El don de la Juventud

el don de la juventud

La juventud, está marcada por sueños que van tomando cuerpo, por relaciones que adquieren cada vez más consistencia y equilibrio, por intentos y experimentaciones, por elecciones que construyen gradualmente un proyecto de vida. En este período de la vida, los jóvenes están llamados a proyectarse hacia adelante sin cortar con sus raíces, a construir autonomía, pero no en solitario. El contexto social, económico y cultural, no siempre ofrece condiciones favorables. Muchos jóvenes santos han hecho brillar los rasgos de la edad juvenil en toda su belleza y en su época fueron verdaderos profetas de cambio; su ejemplo muestra de qué son capaces los jóvenes cuando se abren al encuentro con Cristo.

También los jóvenes con discapacidad o que sufren enfermedad pueden dar una contribución valiosa. El Sínodo invita a las comunidades a dar espacio a iniciativas que los reconozcan y les permitan ser protagonistas, por ejemplo con el uso de la lengua de los signos para personas sordas, itinerarios catequéticos oportunamente finalizados y experiencias asociativas o de inserción laboral.

La sana inquietud de los jóvenes

Los jóvenes tienen una inquietud que ante todo hay que valorar, respetar y acompañar, apostando con convicción por su libertad y su responsabilidad. Los jóvenes, en ciertos aspectos, van por delante de los pastores. La mañana de Pascua el joven discípulo que el Señor amaba llegó el primero al sepulcro, precediendo en su carrera a Pedro, que sentía el peso de la edad y de su traición (cf. Jn 20,1-10); del mismo modo en la comunidad cristiana el dinamismo juvenil es una energía renovadora para la Iglesia, porque le ayuda a quitarse de encima pesadez y lentitud, y a abrirse a Cristo resucitado. Al mismo tiempo, la actitud del discípulo amado indica que es importante permanecer vinculados a la experiencia de los ancianos, reconocer el papel de los pastores y no avanzar solos. De este modo 12 se logrará esa sinfonía de voces que es fruto del Espíritu.

También los jóvenes con discapacidad o que sufren enfermedad pueden dar una contribución valiosa. El Sínodo invita a las comunidades a dar espacio a iniciativas que los reconozcan y les permitan ser protagonistas, por ejemplo con el uso de la lengua de los signos para personas sordas, itinerarios catequéticos oportunamente finalizados y experiencias asociativas o de inserción laboral.

Los jóvenes heridos

La vida de los jóvenes, como la de todos, está marcada también por heridas. Son las heridas de las derrotas de la propia historia, de los deseos frustrados, de las discriminaciones e injusticias sufridas, del no haberse sentido amados o reconocidos. Son heridas del cuerpo y de la mente. Cristo, que ha aceptado pasar por la pasión y la muerte, se hace prójimo mediante su cruz de todos los jóvenes que sufren.

Por otro lado, están las heridas morales, el peso de los propios errores, los sentimientos de culpa por haberse equivocado. Reconciliarse con las propias heridas es hoy más que nunca condición necesaria para una vida buena. La Iglesia está llamada a sostener a todos los jóvenes en sus pruebas y a promover acciones pastorales adecuadas. Si quieres ser parte de nuestro equipo de VOLJUMI contáctate con nosotros.

 

© Revista Divulgativa de la doctrina, espiritualidad y misiones católicas – Sin ánimo de lucro.
Año 1. Vol. 2. No. 2. Especial Octubre de 2019.
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